Del centro a Chía en 20 minutos: 
una mirada sostenible en tiempos de pandemia
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La pandemia actual nos ha confinado a muchos a estar en nuestras casas, el espacio exterior se ha convertido en algo prohibido y hasta peligroso. Poco a poco, se nos va olvidando qué se siente estar afuera. A pesar de todos los cambios que la pandemia a generado, es importante que no nos olvidemos de la ciudad, que entendamos que, como en la antigua Grecia, es en el espacio público donde se construye la sociedad. Desde los sistemas de transporte hasta los andenes, parques y plazas, es necesario replantear cómo los ciudadanos se relacionan con su entorno y cómo las políticas urbanas de la ciudad pueden ayudar a fomentar una mayor unión entre los ciudadanos y, así, lograr la sostenibilidad. ¿Quién se opondría a un sistema donde se pueda viajar en 20 minutos de La Candelaria a Chía?

En los inicios de la pandemia, las calles y autopistas de Bogotá se veían desoladas, los pocos carros que tenían autorización para salir podían recorrer la ciudad de extremo a extremo de forma mucho más rápida. Sin duda alguna, el gran dolor de cabeza de los bogotanos es la movilidad. No cabe duda que en un espacio donde caben unos pocos carros transportando no más de 4 o 5 personas, es posible tener un bus que transporte más de 40 personas. Por otro lado, un metro tiene una capacidad y velocidad mucho mayor que los dos anteriores. En términos de eficiencia, el transporte público es más rápido y mueve a más personas en menos espacio que los carros.

Aunque muchas personas suelan pensar que la solución es hacer más vías de carros, esto solo le dará más espacio al trancón. Continuar con una expansión bien diseñada de los sistemas de transporte urbano, tanto Transmilenio como Metro y trenes de cercanías, es la forma más sostenible y adecuada para solucionar algunos problemas de la movilidad. Sin embargo, la pandemia hace que estos esfuerzos de cambiar el carro por el tren se vean interrumpidos. 

Por un lado, es casi imposible mantener la distancia social en el sistema de transporte actual. Esto trae dos problemas. Primero, las personas que no tienen acceso a vehículos particulares tendrán que verse obligados a asumir el riesgo de contagio en los buses articulados actuales. En segundo lugar, muchas personas que pueden comprar otro carro o que ya tenía uno pero no lo usaban, preferirán llenar las autopistas y contribuir al tráfico que detiene nuestra ciudad. Esto es algo apenas lógico en tiempos de pandemia, el carro particular es más seguro. Pero, ¿qué pasará después? Es preocupante que nos acostumbremos mucho a nuestros carros particulares y el foco de las obras públicas siga siendo las vías de automóviles. 

Sin duda alguna, es necesario seguir invirtiendo en las grandes autopistas que aún le faltan a la ciudad, como la Avenida Longitudinal de Occidente, siempre y cuando se hagan con un diseño que tenga en cuenta la escala humana. Sin embargo, se debe tener en cuenta que la expansión del sistema masivo de transporte debe ser la prioridad, sobre todo enfocado a encontrar nuevas formas de aprovechar el espacio y poder mover más personas a través de diversos medios de transporte. 

Un viaje de una persona en carro o en los buses actuales de la Séptima resulta eterno, mientras que tener algún medio de transporte realmente masivo traerá más beneficios para la población en general, ya que se moverá más gente más rápido y en menos espacio que el que ocupan los carros. Esto no quiere decir que se eliminen los vehículos Es por esto una lástima pensar que proyectos como el Transmilenio por la Séptima, por diversas situaciones más de carácter político que técnico o urbanístico, han sido cancelados luego de años de trabajo. 

Queda la esperanza de la realización del Metro y de los trenes de cercanías, sumado a una posible reestructuración de la troncal de la Séptima en forma de un tranvía ligero. En cuanto a esto, parece que la ciudad avanza, sin embargo es necesario pensar en su expansión futura y en los espacios públicos que rodean las vías y líneas futuras. En gran medida, un sistema de transporte no es solo las líneas de metro o sus automóviles, sino también las calles peatonales, los andenes, las plazas y parques. En esto se ha venido avanzando en los últimos años en Bogotá, ya que el plan del Metro incluye la recuperación y adecuación de plazas y parques en su entorno cercano, en parte para minimizar el efecto de los rieles elevados sobre la Caracas.

Esquemas excelentes como el Plan de Especial de Manejo y Protección del Centro Histórico de Bogotá, que se espera que tenga una autoridad superior a los POTs de la ciudad, de forma que las disputas políticas no interfieran en el urbanismo, ya contemplan devolverle la calle al ciudadano. Las calles y plazas de la antigua Santa Fe se volverán de nuevo en sitios de encuentro y de actividades sociales y culturales, como ocurrió en la época colonial. La nefasta calidad del aire del centro se recuperará y, principalmente, se mejorará la movilidad. 

Atrás quedará el atiborrado centro. Al dejar los carros afuera del centro histórico, en grandes parqueaderos destinados para esto, pero sobre todo gracias a las líneas de transporte ferroviario que buscarán conectar el centro con el resto de la ciudad, ya no será una pesadilla llegar a La Candelaria y se le podrá conocer y apreciar de una forma más amable. Todo gracias a la recuperación del espacio público, como se ha podido ver en la inconclusa peatonalización de la Carrera Séptima, que recobró la importancia simbólica que tuvo en tiempos coloniales y, en contra de la creencia de algunos, ayudó a fomentar el comercio de sus locales en el centro. 

Con todo lo anterior, se puede ver que, paradójicamente, quitarle espacio a los carros y devolvérselo a los ciudadanos de a pie, en bicicleta y con un fuerte apoyo de sistemas masivos de transporte público, resulta más sostenible y eficiente para una ciudad congestionada como Bogotá. No solo es una combinación menos contaminante y más práctica que la del carro y el asfalto, sino que contribuye también a la calidad de vida de la ciudad y a rescatar los sitios simbólicos de zonas de importancia nacional como La Candelaria.

En general, los gobiernos de diversas alcaldías recientes, con excepciones significativas, junto con sus equipos multidisciplinarios, ya han dado grandes pasos para lograr una ciudad más amena y a la vez eficiente. Es importante no mezclar las cuestiones de partidos o de divisiones ya anticuadas de “izquierda” o “derecha”, con temas tan trascendentales y técnicos como el urbanismo y la expansión de la movilidad en las ciudades. En últimas, se trata de la construcción de nuestra propia casa, ya que “la ciudad es una casa grande”, como diría el arquitecto renacentista Alberti. 

La pandemia actual ha frenado estos avances, ya que gran parte de estos cambios, una vez implementados, dependen de un cambio de actitud por parte de los ciudadanos frente a su relación con el espacio público, tanto al aire libre como en sistemas de transporte masivo. Que la pandemia, que hoy nos encierra, no nos haga olvidarnos de la ciudad. No existirá cambio, en términos de movilidad, seguridad y hasta de salud pública, si, cuando todo llegue a su fin y esté toda la población vacunada, seguimos encerrados en nuestros carros, sin salir a ocupar el espacio público, a movernos a través de este y a conocer nuestra ciudad a través de medios alternos, ecológicos y eficientes. Pensemos que el futuro está más allá de cuatro ruedas y una caja.

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